Aunque todos los tramos se disputarán sobre asfalto, las condiciones de un kilómetro a otro de cada especial puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, poniendo en serio apuros incluso a los mejores pilotos.
Si esto no fuese suficientemente complicado, los equipos y pilotos tienen que adivinar cuál sería la elección de neumáticos perfecta con la esperanza de seleccionar adecuadamente las ruedas con las que disputarán los tramos de cada bucle.
El Monte es el único rallye del calendario del WRC que permite a los equipos elegir entre cuatro neumáticos diferentes: ruedas de invierno con o sin clavos, así como slicks blandos y súper blandos. En última instancia, se tiene en cuenta la información recibida por parte de los ouvriers, que pasan por los tramos varias horas antes que los competidores.
Esto puede provocar algunos resultados inusuales, ya que los pilotos que tienen menos a perder pueden jugársela con las estrategias.
Por ejemplo, el primer tramo puede que esté seco, mientras que el segundo podría tener aguanieve y hielo. Uno podría pensar en una estrategia conservadora montando neumáticos con clavos, que no serán los mejores para la primera especial pero que te darán mayor seguridad en la segunda. La alternativa arriesgada sería, optar por neumáticos de seco con la esperanza de que la temperatura derrita lo necesario el hielo del segundo tramo.
Otra opción sería calzar una mezcla de ruedas de seco con otras con clavos, una solución aparentemente rara, pero, como hemos visto en los últimos años, puede adaptarse muy bien si hay dos tramos tan diferenciados en cuanto a condiciones climáticas. Incluso, los más aventurados pueden montar ruedas con clavos y esperar que la fortuna se ponga de cara a ellos y empiece a nevar también en la especial que tenía que estar seca. A todo esto hay que tener en cuenta otro peligro, la niebla.
El frío habitual del Monte también puede causar estragos a los coches. En el año 2000, los tres Peugeot oficiales no pudieron arrancar la jornada después de que se les congelara los sistemas hidráulicos por la noche en el parque cerrado.
Luego está el desafío de no ponerse nervioso. Pilotar a tope en esas condiciones a menudo es sinónimo de acabar en alguna cuneta de las carreteras de los Alpes. Se necesita un sexto sentido, suerte, habilidad para saber cuándo atacar y cuándo aflojar… llamadlo como queráis, pero eso también tiene un efecto visible en el resultado final.
Lo mismo ocurre con mantener la concentración hasta el final, ya que no es nada raro ver grandes vuelcos en la clasificación en los últimos tramos. Cabe recordar, que en la edición de este año los dos últimos tramos serán nocturnos y pasarán por el famoso Col de Turini.