Después de 14 años compitiendo en circuitos, a José Miguel de Fulgencio le ha llegado la hora de cambiar el asfalto por las pistas de tierra, las cunetas peraltadas por las piedras y zanjas del camino, y la comodidad del paddock por el polvo y la dureza del rally raid más famoso y exigente del mundo, el Dakar.
Afincado en la pequeña localidad barcelonesa de Matadepera, De Fulgencio es un enamorado de la gasolina. Empezó a competir en 1994 y desde entonces ha participado en distintas copas monomarca, como la Citroën AX, la Saxo Cup y la Supercopa SEAT León. Ha tomado parte en el campeonato de España y el de Catalunya de Rallys de Tierra y ha sido cuatro veces campeón de Catalunya de turismos (1997, 1999, 2001 y 2003). A sus 38 años, De Fulgencio es ya un habitual de las 24 Horas de Montmeló, prueba que ha disputado en siete ocasiones; la última vez fue el pasado mes de noviembre y acabó noveno de la general.
La competición automovilística no es algo nuevo para él, pero participar en el Dakar significa para el catalán un punto y a parte totalmente distinto a lo que está acostumbrado. Su amigo dakariano Josep Nicolás “Niko” fue quien le animó a dar el paso como cuenta el propio piloto: “hacía muchos años que me rondaba por la cabeza la idea de hacer el Dakar. Solía ver los reportajes sobre el raid por televisión y la verdad es que me sedujo desde el primer momento, aunque lo veía como algo lejano. Finalmente, la idea se concretó un poco por contagio; mi amigo Niko había disputado ya algunas ediciones y siempre me insistía en que fuéramos alguna vez juntos, pero al final él siempre se marchaba a África y yo me quedaba. El año pasado acabó por convencerme con un proyecto muy interesante, con buenos medios y un coche que si bien no es el más potente de la carrera sí está muy bien resuelto y es fiable, justo lo que se necesita para esta aventura”.
Sobre el hecho de debutar en Argentina en lugar de África, De Fulgencio no ve ningún problema, sino todo lo contrario: “Mi falta de experiencia en esta disciplina es evidente, pero al menos hay un factor que iguala un poco las cosas, ya que al cambiar de escenario la carrera nadie conoce el recorrido ni el tipo de superficie. De alguna manera, eso hace que se igualen las condiciones un poco más entre aquellos que ya han participado alguna vez y los que como yo son neófitos”.
A la hora de marcarse objetivos, el De Fulgencio lo tiene claro: “un debutante en el Dakar no puede plantearse ningún resultado, sólo puede aspirar a terminar. Ahora no se trata de correr, sino de llegar a la meta. De nada sirve ir el 23º, por ejemplo, si luego no consigues terminar. Por lo que a mi respecta, me tomaré el rally como una excursión a ritmo ligero; lo suficientemente rápido como para llegar al campamento cada noche y poder dormir algo, y lo suficientemente lento como para no maltratar en exceso la mecánica. Prefiero llegar el último, pero llegar, que correr mucho y romper el coche”.
Un equipo, dos coches
El vehículo con el que competirá José Miguel de Fulgencio es un Toyota Hilux preparado bajo las especificaciones T1.2 (mejorados diesel), al que se le recortó la parte trasera del bastidor para unirle un subchasis tubular hecho ex profeso. El puente rígido trasero se rehizo por completo con refuerzos transversales y tirantes de guiado longitudinales. En cuanto al motor, se mantuvo el 3.0 D4-D de Toyota, pero se potenció mediante una gestión electrónica específica hasta los 210 CV.
De hecho, se trata de la unidad gemela a la que pilotará Josep Nicolás “Niko”, con quien forma equipo a todos los efectos. Ambos compartirán estructura, de manera que durante el transcurso de cada etapa recibirán asistencia en carrera de un camión T4 equipado con repuestos y en el que viajarán mecánicos, y un T5 que les prestará soporte ya en el campamento al finalizar cada la jornada.
No será lo único en lo que coincidan. Ambos coches tienen el mismo aspecto y rotulación, y en carrera se ayudarán mutuamente. De hecho, su planteamiento es el mismo y en cada etapa procurarán complementarse de la mejor manera. “Niko lleva un copiloto -Ñaki Bosch- con mucha experiencia en navegación, uno de los aspectos en los que yo puedo flojear más por mi inexperiencia, mientras que conmigo va Ignacio Santamaría, un mecánico hispano-argentino que se ha encargado de construir el coche que llevamos y del que conoce cada rincón a la perfección. De este modo, ellos nos ‘enseñarán’ el camino a la meta y nosotros procuraremos solventar cualquier incidencia mecánica que pueda surgir en carrera”, concluye el piloto.